Ayer llamé por teléfono a Jose Luís e Isabel, los veterinarios de Ulzama, para interesarme por la evolución de Autumn Wind. Me cuentan que está tranquilo, que sale a un prado pequeño que le han habilitado y que, después de alguna carrera, se limita a comer verde.
Aunque sigue cabreado con el mundo (sigue queriendo agredir a su hasta hace dos meses compañero de juegos en el paddock), es bueno que poco a poco se vaya relajando, como también lo es que todas las pruebas y ecografías que se le van practicando demuestran que su estado físico, aunque un poco magullado, está intacto y por suerte ha salido indemne de su primer y fugaz contacto con el hipódromo.
Tras la conversación, sentado en el sillón de casa, he estado pensando en la labor tan pobre y miserable que, a mi entender y por voluntad propia, desarrolla el propietario de caballos de carreras en el hipódromo español. En mi experiencia es el hombre invisible.
Me explico.
He de partir de una premisa que nunca me canso de repetir; No me gusta la idea de ser propietario por que lo mío, mi vacación, es ser criador.
Vuelvo al punto de partida.
¿Quien en es el propietario? Pues una persona con afición a las carreras de caballos que, gracias a que tiene un bolsillo generoso, o que se priva de otras cosas en pos de aquello que le gusta, invierte una buena suma de euros en un deporte que lo hace disfrutar casi a diario.
He hablado de afición, ganas, dinero, generosidad, deporte y disfrutar, entre otros, aunque todo puede ser sumamente fácil de destruir si no se tiene suerte, cojones, empuje, ganas y paciencia.
El propietario acude todos los años a las subastas de yearlings con un presupuesto para invertir en caballos. En la mayoría de los casos pide consejo y ayuda técnica a la persona que va a ser su preparador, su hombre de confianza, el profesional elegido para que lleve tus colores a la gloria de la victoria en el Belmonte, Villapadierna, Cimera, Valderas, VIllamejor o Gran Premio de Madrid.
Una vez realizada la compra el yearling pasa a la preparación del entrenador elegido quien, tras haber asesorado en la compra, directamente debe estar involucrado con el nuevo producto, no sólo por ser un efectivo mas del patio de la preparación sino, especialmente y a mayor abundamiento, por que ha intervenido personal y directamente en la selección del futuro campeón.
Desde el mismo momento en que el martillo del subastador cae comienzan a generarse los gastos para el propietario. Precio de remate mas IVA, que debe de ser abonado a la mayor brevedad (aunque no suele ser el caso), veterinario que efectúa revisión ante la posible existencia de vicios ocultos, box y un largo etc.
Comienzan a pasar las semanas y el preparador empieza a devengar los honorarios generados por su trabajo. El yearling pasa a ser domado, pronto tiene a un hombrecito encima y, pasadas unas semanas desde la adquisición, el yearling se encuentra en la pista comenzando a hacer sus pinitos con el resto de compañeros de potrada.
Hasta aquí todo normal.
Pasan los meses y los yearlings, caballos en pleno desarrollo físico que están sometidos a una disciplina y trabajo diario, comienzan a dar satisfacciones al preparador. Unos mas espabilados, otros mas atrasados, unos rápidos, otros a todas luces necesitados de distancia. Cada yearling es un mundo y tratarlos a todos por igual un error catastrófico.
En este interim de tiempo el preparador, que diligentemente cumple con su obligación, va generando unos gastos y el propietario, que diligentemente debe de cumplir con la suya, va pagando las facturas que se le van presentando al cobro.
Todo normal y fácil si, como mi experiencia me dice, el propietario no interviene ni interfiere en las decisiones a adoptar sobre “su” caballo, por que de otra manera es como predicar en el desierto.
En mi experiencia, al propietario se le dice lo que quiere oír, se le escucha lo justo y necesario, se le dice a todo amen aunque, cuando se da media vuelta, el preparador hace lo que le da real gana amparándose en una sabiduría que no siempre está abalada por algo mas que simple palabrería de vendedor de feria.
Hay casos, e insisto que hablo de mi experiencia, en los que el propietario da unas instrucciones concretas y las mismas no se siguen por razones que no alcanzo a entender. Así, es incomprensible ver cómo una persona contratada al efecto hace lo que le viene en gana con el efectivo propiedad de una de las partes contratantes, lo usa y abusa como si de su propiedad fuera y, ante el caso de una lesión, se lava las manos con jabón verde y zotal por que, como dice mi prima, la selección natural del pura sangre hace que solo unos elegidos lleguen y que la mayoría se quede en el camino. Patrañas!!
A mi me da la impresión que es como los monos chinos, esos que son tres, uno tiene la boca tapada con las manos, otro tienes los ojos vendados y el tercero tiene los oídos taponados. La falta de tres sentidos fundamentales a la hora de relacionarse.
Hablando con mi amigo Alfonso le ponía un ejemplo claro; si alguien me encarga un trabajo, y cobro por arrendar mis servicios, estoy sometido a la disciplina de la parte que me contrata y no a hacer mi santa voluntad. Mientras cobre, me debo a mi cliente, para bien o para mal, y si no me gusta el cliente por que es caprichoso, inestable, veleta o un tontoelculo integral, pues le hago la cuenta y educadamente le pido que se busque otro profesional que aguante sus caprichos.
¿Por que no pasa esto en el hipódromo? ¿Por que hay propietarios que se quejan de que el profesional que han contratado va por libre y tiene la actitud de los monos chinos por que hace lo que le viene en gana? Incomprensible.
Siendo esto malo, lo peor puede estar por llegar.
Si tienes suerte y no pasa nada al caballo en entrenamiento, pues miel sobre hojuelas, pero; ¿que pasa si el potro tiene una lesión? ¿Quien asume los daños, los perjuicios, el lucro cesante y el daño emergente? El propietario, claro esta, y me parece bien cuando el profesional contratado haya actuado con toda la buena fe del mundo (propietario que da rienda suelta a preparador para que haga y deshaga a sus anchas o propietario que esta de acuerdo con la política del preparador).
Pero; ¿Que pasa cuando la lesión viene motivada por que el preparador ha hecho caso omiso a instrucciones claras, concretas y especificas del propietario? ¿Donde esta el principio de confianza y la buena fe de una de las partes cuando se tiene la certeza de que ha faltado a la verdad por que dice una cosa y hace otra?
Hace unos meses hablaba con un amigo que me decía que quería correr a su caballo en una carrera de 2400 metros, por que creía que era su distancia ideal pero que, incomprensiblemente, el preparador se negaba una y otra vez, y lo inscribía en carreras de 2100. Es curioso, cuanto menos, que cuando el caballo ha cambiado de propietario sí ha corrido en 2400 metros.
En mi experiencia el propietario es un sufrido aficionado que se tiene que limitar a pagar las facturas devengadas mientras que, en silencio y sin ser tomado en cuenta, observa como otros se divierten con su caballo. El hombre invisible sin el cual el deporte de los Reyes no existiría.
Llegará el día en que un hombre invisible zarandeará a un mono chino ante las correspondientes instancias para que asuma la responsabilidad de sus actos. Desde ese momento el primero ocupará el sitio que le corresponde por derecho y el segundo pasara a utilizar sus cinco sentidos.
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